Para comunicar mejor, escucha (música).

Cuando alguien se pone en mis manos para mejorar sus capacidades de oratoria, para lanzarse a mejorar sus habilidades de comunicación, nos sumergimos los dos en un proceso complejo. Lo es porque tiene una parte técnica (y aprendemos -los dos- a manejar la voz, nuestro cuerpo, los silencios, la dicción, un buen principio y un mejor final…)  , porque tiene otra de organización del discurso (y aprendemos -los dos- a ordenar las ideas, a extractarlas en un post-it, a incluir citas, anécdotas, datos e interacciones…), porque tiene otra emocional (y buscamos -eso, ya lo sabes- cómo producir la emoción que queremos, cómo motivar, entusiasmar incluso)… y porque tiene otra muy importante de conocerse a sí mismo, o entresacar algo que no somos muy conscientes de tener en el interior. Esta seguramente sea la parte más compleja y, al mismo tiempo, la más apasionante de enseñar.

Hay muchas reglas mnemotécnicas (yo también las utilizo) para aprender a hablar en público. Las 4 P, las 4 A…o  las 5 J si se tratase de un pernil de jabugo, pero la clave no está ahí. No se trata solo de aplicar una secuencia metodológica que nos garantice cierto éxito.

Estuve ayer en un concierto veraniego de Loquillo. Concierto “de sentado” que es lo que va tocando con la edad del cantante y de la mayor parte del auditorio. Nada de sus viejos éxitos y mucho de sus novedades de juglar cantante y literato, pero me gustó; sigue haciendo ese paso que parece un traspiés con las piernas tan elegante. Unas piernas de metro y medio ayudan, seguro.

Leí hace pocas semanas un libro algo pretencioso y complejo también de Carol Talon-Hugon: “La estética”. Decía Carol que la mayor parte de las artes copian un modelo de la naturaleza pero la música no lo tiene. Enlaza con algo más trascendente, con la esencia del mundo. Sea.

Todo esto enlaza porque, para hablar bien en público, para aprender a llegar al corazón de la gente y entonces producir emociones, y entonces persuadir (que es lo que todo líder pretende), primero hace falta sentir. Y eso no siempre es fácil. Insistir, explicar, convencer de la necesidad de sentir no es como mandar escribir un discurso para el día siguiente. Sentir es algo que, con frecuencia, se encuentra adormilado y necesita de estímulos. La música lo es. Estímulo que logra despertar sensaciones, recuerdos, sufrimientos, pasiones y alegrías… sentimientos que nos tenemos que acostumbrar a tener en nuestra superficie y utilizar con un “click” si queremos comunicar con eficacia. No se trata de datos, no se trata de fórmulas magistrales, no se trata de método (que también) se trata de algo mucho más sencillo y mucho más complejo: “siento, luego existo” (¿o no era así, René?)

Un coronel entre el mando y la comunicación

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